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11 abril 2016 1 11 /04 /abril /2016 17:05

La importancia de cuidar nuestras relaciones

¿Cómo están sus relaciones actuales? Todas, las más estrechas y las más distantes, son un espejo que refleja muchas facetas de nuestro mundo interior y que nos puede servir para sanar heridas del pasado y avanzar como persona.

Empecemos por los padres. Fueron nuestros primeros maestros en el arte de relacionarse y nos transmitieron en sus genes la huella de conflictos con sus propios padres y familiares. De ellos aprendimos una forma de comunicarnos y relacionarnos, bien sea por modelaje o porque la rebeldía nos llevó a decidir hacer las cosas diferentes.

Conscientemente o no, los padres transmiten a sus hijos actitudes, creencias, valores y emociones que se convierten en el clima familiar. “En esta casa no se les demuestra a los demás que estamos mal”. “Mis hijos no se pueden quedar atrás en comparación con los vecinos o primos”…

Igualmente, la relación que tuvieron nuestros padres entre sí influye en lo que será nuestra vida de pareja.

La madre, ya sea por su presencia o su ausencia, nos marca poderosamente la pauta para nuestras relaciones interpersonales y en especial de pareja. Si su relación con su progenitora fue o ha sido difícil, empezar a sanarla le ayudará en todas las otras relaciones.

Si su relación con su padre le dejó dolores, resentimientos, culpas, temores, etc., todo lo vivido con él influye en su prosperidad, su productividad y su vida laboral.

Es por ello que sanando las relaciones con los padres, se avanza a pasos agigantados en la vida.

No podemos ir al pasado y cambiarlo, pero podemos revisar lo que vivimos, aceptarlo, reconocer la influencia que pudo tener en nosotros, perdonar, agradecer y decidir avanzar.

Reconocer

Acepte lo bueno y lo malo, todo lo vivido con sus padres.

Perdonar

Recuerde que ellos hicieron lo mejor que podían con el conocimiento y las herramientas que tenían. Reconózcalos como seres que cargaban con sus propios dolores y conflictos no resueltos, y con las creencias que le llevaron a tomar decisiones que pudieron afectarlo.

Para perdonar no es necesario reprocharles o hablarles del tema. Esto puede remover en ellos situaciones dolorosas que tal vez no puedan soportar sin la ayuda y las herramientas adecuadas. El trabajo del perdón es principalmente para usted. El trabajo de sanación es suyo e interno.

“¿Por qué me dejaste con la abuela o con otras personas? ¿Por qué me obligaste a estar en ese colegio? ¿Por qué siempre me comparabas con mi hermano y me criticabas? Nunca estuviste cuando lo necesité. Maltratabas a mi mamá.” Todos los reproches que de niño hubiese querido hacer aún pueden estar en su subconsciente, junto con el dolor.

Perdonar es soltar el dolor y el resentimiento. Perdonar no es aceptar abusos de alguien ni invitarlo a vivir en casa de nuevo. Es dejar el malestar y marcar pautas para el presente y el futuro.

Agradecer y avanzar

A pesar de todos los problemas que haya tenido con sus padres y todos los juicios que usted les emite, ellos le dieron la posibilidad de vivir, y la vida es más grande e importante que todo lo demás.

Agradézcales la vida y decida avanzar.

Parejas

Las relaciones de pareja son tan complejas como el ser humano en todas sus dimensiones. Allí se refleja el bagaje que traemos de la familia de origen, los sueños, los proyectos de vida, los temores, y un gran etcétera.

Sanar sus relaciones anteriores, con sus padres y parejas anteriores, puede ser clave para mejorar su situación actual.

Es frecuente ver cómo una persona le reclama a su pareja cosas que necesitaba reprocharle a su mamá o papá. Igualmente, las relaciones sentimentales anteriores pueden empañar las presentes por orgullo o miedo a repetir situaciones, o por comparar y añorar un pasado idealizado.

Los hijos

Aprender a comunicarse con ellos es básico para una buena relación. Verlos como personas que merecen respeto, ya sea que tengan 3 años de edad, 13 o 30, le permitiría una mejor base para relacionarse. Recuerde: no exija lo que usted no da. Tienen derecho a llevar su propia vida, a pensar distinto a usted, a equivocarse, caerse y levantarse, y mejor si lo hacen solos, para que aprendan a responsabilizarse de sus decisiones y acciones.

Colegas

¿Cómo influye usted en su ambiente de trabajo? La manera de saludar, de responder a un saludo, de hacer una solicitud y de aceptarla o rechazarla, es decir, la manera como se comunica y se comporta con los otros influye en su ambiente laboral y por rebote este lo beneficia o lo desgasta.

Generalmente, se pasa más horas al día con los compañeros de trabajo que con su familia, en vista de lo cual bien vale la pena tener relaciones cordiales.

Vecinos

¿Qué le cuesta saludar en el ascensor y ser cordial con sus vecinos? ¡Qué bueno es recibir una sonrisa del señor que vende en la panadería! La satisfacción de regalar un gesto amable a una persona que convive todos los días en su comunidad es valiosa. No cuesta dinero ni le quitará mucho tiempo; por el contrario, le dará energía para contrarrestar otras pesadeces del día.

Amigos

Muchas veces los amigos verdaderos se convierten en los hermanos del alma, en la familia escogida a conciencia y a punta de vivencias. Hay amigos con los cuales nos sentimos en la libertad de ser lo que realmente somos, sin apariencias, sin sentirnos juzgados o criticados, y sin la necesidad de cuidar cada palabra para no herir sin querer. Las amistades hay que cuidarlas, cultivarlas, atenderlas y enriquecerlas.

Con usted mismo

¿Cómo se relaciona con usted mismo? ¿Es duro, crítico, sobreexigente? ¿Se rinde en una autocomplacencia que no lo deja avanzar hacia lo que realmente quiere?

Si no puede ser su propio amigo, la amistad que brinda a otros no será buena.

Si no puede vivir con usted mismo y ser su propia compañía, por amor a usted mismo, usted no será buena compañía ni podrá brindar una buena relación a alguien más.

Pase tiempo de calidad con usted mismo, trátese bien y aumente el amor por sí mismo. Así podrá enriquecer la relación con los demás e influir positivamente en el ambiente que lo rodea, en el mundo que compartimos todos

Por Teresa León

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